El tren Carcaixent-Gandia-Dénia, del que tantas veces se ha hablado y que tanto se echa en falta, facilitó las relaciones entre comarcas y la circulación y el acercamiento a los movimientos culturales, sociales y políticos de principios del siglo XX.
Las vías comunicaron pueblos y personas. Pero también mercancías, ideas y cultura. A las puertas de conmemorarse los cien años de la proclamación de la II República (1931), el arqueólogo Josep A. Gisbert hace oír su voz en defensa de un patrimonio -las infraestructuras y edificios que todavía quedan de aquellos años- que precisa de protección.
Su puesta en valor, como parte de las actuaciones para la recuperación de la memoria histórica, serviría además para reforzar -y recordar también- los lazos de unión de la Marina Alta con otras comarcas. Vínculos que hoy, en algunos casos, todavía perduran.
La memoria y la identidad precisan de referentes. Perderlos significa la desaparición lenta pero segura de una historia, una cultura y un patrimonio. Hay por tanto que recordar y salvaguardar lo que queda aunque, como ocurre en muchos casos, sea poco. Las conmemoraciones de hechos históricos son un buen momento para hacerlo. Y la de la II República (1931-1939), una oportunidad para planteárselo.
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