La mentira es inmoral y ataca a la democracia.
La inmoralidad siempre se cuelga de la espalda de quien miente para salvar su reputación social. Esto supone asumir una responsabilidad pública, merced a los votos recibidos de otras personas que depositaron su confianza, y si se traiciona es inaudito.
Si el inmoral, por una conducta negligente traiciona ese depósito recibido, le hace un daño irreparable al sistema democrático, que se torna frustrante y provoca la desafección ciudadana. Como al actor poco le importan aquellos que le eligieron, no duda en mentir, inventar, manipular y traspasar una línea roja que determina el sistema, en beneficio propio, para seguir en su cargo pese a su sucia conciencia y nula responsabilidad.
Inventa un relato que le permita seguir adelante aunque cuando salga a la calle reciba el escarnio, la censura, la protesta y la culpabilidad ciudadana por unos hechos, que a la vista de quienes le eligieron , le señalan como culpable. En los países democráticos de cultura protestante o laica estos personajes deben abandonar el cargo que ocupan por exclusión social y una moral que: ni perdona, ni olvida y antes de vivir ignorados para los demás y repudiados piden disculpas y se apartan del escenario público, renunciando a su representación política.

Recuerdo el caso de una parlamentaria alemana que debió dimitir por haber aceptado un regalo, dos botellas de vino, de un empresario o el de una ministra alemana que dimitió, cuando se supo públicamente, que había copiado a otra persona, un párrafo e incluirlo en su tesis doctoral de una carrera. Puede que Ud. piense que bajo nuestros parámetros cristianos y democráticos, esto son pequeñeces, comparado con los niveles de corrupción al uso. Cerrar los ojos o mirar hacia otro lado, nos acabará destruyendo como sociedad democrática.

Ésta semana, elDiario.es, publicaba una noticia inquietante <Mazón paga un 43% por encima del precio de mercado ,el hormigón que usan los contratistas, para los trabajos de la DANA. Los productores de hormigón muestran su estupefacción por los precios fijados por la Generalitat para cuantificar el coste de las obras de emergencia en la reconstrucción de las infraestructuras arrasadas> es imposible no detenerse ante ésta información y preguntarse:¿Ese sobrecoste es propio de una Generalitat que debiera luchar por abaratar costes ante la tan repetida reconstrucción? ¿Los beneficios incrementados serán todos para los empresarios o hay algunas mordidas de por medio? ¿Conociendo la catadura moral del contratante se puede estar tranquilo? Habrá que seguir el rastro del dinero y fiscalizar estas operaciones hasta la extenuación.
Sobre todo,para no vernos sorprendidos por una nueva Gürtel, Púnica, Taula o similares.
Confesarse para tranquilizar la moral por un delito cometido, obtener un simbólico perdón y seguir pecando, no sirve de nada, es punible social y democráticamente para un colectivo ciudadano.
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